miércoles, mayo 15, 2024
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“Los Diablos” de Monimbó

Cada año Masaya se viste de fiesta para celebrar a su Santo Patrono, San Jerónimo, conocido también como “el doctor de los pobres” o Tata Chombo. Estas fiestas que son las más extensas del país, pues arrancan desde el 15 de agosto y terminan en noviembre. Tienen varias expresiones y momentos, bailes, desfile de la imagen de San Jerónimo por las calles, desfiles hípicos, la fiesta del torovenado y la reconocida fiesta de los agüizotes, que es un desfile de brujas, diablos y todo tipo de espantos que salen durante la noche del último viernes, antes del último domingo, de octubre a “aterrorizar” las calles de la Ciudad de las Flores.

Todo este “diablerío” no sería tan temible si no fuera por el maravilloso trabajo que realizan artesanos del legendario Monimbó, que se dedican a fabricar las máscaras que usa la mayoría de personas que se disfrazan y celebran durante la ocasión.

Los diablos

Lester Espinoza, quien empezó desde niño en su trabajo de artesano, cuenta que su familia tiene más de 25 años de dedicarse a la confección de máscaras para todo tipo de festividades y ocasiones.

En esta labor artesanal que fue iniciada hace más de dos décadas por su tía Jasmina Vivas, participa toda la familia y su especialización es reconocida en Masaya, a tal punto que a ellos les conocen como “los diablos”, en referencia a las elaboradas máscaras de infernal apariencia que fabrican en su taller.

Para la fabricación de máscaras echan mano de todo tipo de materiales que preparan.

Las mayoría de máscaras que fabrican son imágenes de diablos, brujas, monstruos, etc., pero también fabrican máscaras para bailes folclóricos y para otras fiestas populares o por encargo.

Los cuernos en las máscaras que fabrican son moldeados a partir de los cuernos reales de vacas que logran conseguir en el matadero local. Su trabajo es tan bueno que para vender sus máscaras ellos no necesitan llevarlas a ninguna tienda o al mercado. Los clientes llegan a comprarlas hasta su taller en Monimbó, y la calidad de su trabajo les permite cotizarlas mejor.

Los interesados puede contactarlos en el teléfono 8117-5675.

Don Julio Chicharra

Don Julio Méndez, actualmente tiene 75 años, pero ya desde los 15 trabajaba como albañil. Tarea en la que pasó la mayor parte de su juventud.

“Usted sabe que nosotros los monimboseños somos inteligentes” dice don Julio a la pregunta de cómo llegó a dedicarse a la confección de máscaras.

Las ganas por hacer y dedicarse al trabajo artesanal de las máscaras desde hace más de 40 años no las heredó don Julio de sus padres o antepasados, sino más bien despertaron en él observando las creaciones que brotaban de las manos de su entonces adolescente hijo mayor, Mauricio, quien había aprendido el oficio de uno de los artesanos más reconocidos de Masaya, don Carmito Suazo, ya fallecido.

Mauricio con su talento para las artesanías y la pintura artística logró pagar sus estudios y convertirse en médico, pero a su vez enseñó a don Julio un nuevo oficio, que le iba a servir el resto de su vida, lejos de los ladrillos y las cucharas de albañilería.

Ingenio y dedicación

Las máscaras que don Julio confecciona año con año para la fiesta de los ahuizotes las empieza a preparar desde septiembre –la celebración es en octubre– para lo cual se alista con los materiales necesario que incluyen papel periódico, almidón, cartones, yeso, pintura acrílica y de aceite, pero también huesos o partes de animales –como cuernos, quijadas o colmillos– con los que logra darle un aspecto más “tenebroso” a sus asombrosas creaciones.

En sus inicios don Julio “Chicharra”, como él mismo dice le conocen en Monimbó, vendía sus máscaras de agüizote en el mercado de Masaya, pero tras las sugerencias de amistades y clientes, también empezó a venderlas en Managua, donde los clientes inicialmente las rechazaban “porque en Managua les da miedo” y le sugirieron hacer más bien máscaras del baile folclórico “El viejo y la vieja” y de los personajes de “El Güegüense”.

“Anteriormente esto no tenía mucho valor, ahora si lo tiene “, dice don Julio, que asegura que le toma una media hora construir una máscara y dejarla lista para aplicarle los colores.

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