Los psicólogos lo llaman «castigo antisocial» o «derogación de los bienhechores».
El término «bienhechor» es un poco extraño. Por ejemplo, en el trabajo es la etiqueta que se le adjudica a las personas que son más cooperativas con sus compañeros. Los generosos, los menos competitivos, son considerados como «bienhechores». Como si fuera obvio que ser amable está mal.
Entonces, ¿por qué la gente odia a las personas amables? Un nuevo estudio sugiere que es una táctica competitiva, y una en la que las personas pueden participar sin saber por qué. Piénsalo así: si estás compitiendo por una pareja (en el amor, por ejemplo, o en el trabajo), tu capacidad para cooperar probablemente es un criterio importante.
Nadie quiere ser pareja de alguien que no caiga bien. Entonces, para escoger a la mejor pareja, quieres ser lo más cooperativo posible. O, por otro lado, puedes sembrar dudas sobre tu competencia al implicar que hay algo sospechoso de su aparente amabilidad. En otras palabras, puedes etiquetarlos como bienhechores.
«La mayoría de las veces nos gusta cuando los buenos son recompensados y los malos obtienen su merecido», dice Pat Barclay, profesor de la Universidad de Guelph y coautor del estudio. «Pero a veces los buenos también son castigados. O los chicos buenos son criticados».
Parece contradictorio, pero es un fenómeno que se observa en todos los campos –en economía y psicología social– y en todas las sociedades, dice Barclay. Se llama «castigo antisocial» o «derogación de los bienhechores» –crítica dirigida a alguien que supuestamente es demasiado cooperativo.
Parece ocurrir con más frecuencia cuando las personas compiten por parejas, y de acuerdo con el nuevo estudio, es una forma de disminuir su ventaja competitiva. No agranda a la persona que clasifica, pero podría tener éxito en derribar al que parece demasiado cooperativo, demasiado bueno para ser verdad.
«Puedes resumirlo con la frase: ‘Oye, me estás haciendo quedar mal’», dice Barclay. Y en lugar de tratar de ser mejor, el competidor que pierde busca la etiqueta de «bienhechor».
Para poner a prueba su hipótesis sobre la competencia aumentando el castigo antisocial, Barclay y su coautor, Aleta Pleasant, establecieron dos escenarios. En ambos, los participantes jugaron un juego que puso a prueba su voluntad de cooperar, y les permitió «castigar» a otros jugadores.
El escenario experimental agregó a un observador que, al final del juego, elegiría una pareja y lo recompensaría en consecuencia.
Como esperaban los investigadores, el castigo antisocial fue mayor en el escenario competitivo. Pero eso no significa que los participantes eligieran conscientemente castigar a los bienhechores. «Muy pocas personas calculan cuidadosamente el efecto de sus acciones», dice Barclay. Al contrario, dice, las emociones como valorar el bienestar de otras personas y, por el contrario, los celos cuando alguien se ve demasiado bien, probablemente afecte la respuesta de la gente.
En algunos aspectos, eso es bueno. Barclay sugiere que esas emociones existen por alguna razón, que en última instancia puede ser beneficiosa. «La razón por la que tenemos emociones es porque nos hacen actuar de manera que traen beneficios a largo plazo», dice. Pero entender cómo funcionan también puede ayudarnos a dirigirlos mejor.
¿Cómo deberíamos ayudar al asediado, por ejemplo? Barclay dice que podemos pensar en maneras de mitigar el castigo antisocial. Para aquellos que lo reciben, dice, tal vez la respuesta es rodearse de mejores personas. «Permita que la gente buena se empareje con la gente buena», dice, «y al final estarán mucho mejor que sus críticos». Busquemos la forma de que la bondad valga la pena, porque proliferará».