Da igual que me esté recordando en 10 segundos que compre puerros en Mercadona, o que le mande un audio a su hermana de 8 minutos reflexionando sobre la necesidad o no de vacunar a las niñas. El caso es que mi pareja, por defecto, escucha desde siempre sus propias notas de voz de whatsapp inmediatamente después de enviarlas.
Y al parecer, no solo ella no es un bicho raro, sino que por lo visto el rarito soy yo que no lo hago. Resulta que al comentarlo en distintos ambientes, esta práctica es habitual y me atrevería a decir que mundialmente extendida. ¿Estamos locos? ¿Para qué escuchar lo que ya has mandado? Si muchos sumaran el tiempo que han dedicado a esto, daba para varios maratones de las mejores series de Netflix.
Por todo esto he decidido ir un paso más allá y preguntarle a un experto. Concretamente a Rafael San Román, psicólogo en ifeel (es una plataforma de bienestar laboral y apoyo psicológico para empresas).
Leer los whastsapps que uno mismo manda, ¿qué nos está diciendo de esa persona?, ¿puede ser un comportamiento obsesivo?, ¿es una actitud completamente normal? Vayamos por partes pero ya te vamos dando un spoiler: no hay de qué preocuparse… casi nunca.
Escuchar los propios whatsapps de audio inmediatamente después de enviarlos, ¿qué puede significar? ¿Narcisismo, inseguridad… o nada importante?
Nos puede decir varias cosas. Efectivamente, puede haber algo (o mucho) de narcisismo, en el sentido de deleitarnos escuchando nuestra propia grabación sin pretender nada más. No obstante, creo que es importante que, mientras esto se haga dentro de un orden, no tiene nada de malo.
De hecho, estamos acostumbrados a hablar de «narcisismo» en un sentido peyorativo, pero también tiene otro: el de gustarnos, tener un buen autoconcepto y buena autoestima, disfrutando de nosotros mismos.
Desde ese punto de vista, mientras no se caiga en una grandiosidad excesiva, no encuentro nada de malo en que a alguien le guste escuchar sus propios audios tras enviarlos.
Otra posibilidad es la que mencionas de inseguridad: personas más preocupadizas, que confían menos en su capacidad para haber dicho lo conveniente, necesitan comprobar lo que han enviado para así tranquilizarse o poder enmendar a continuación alguna «metedura de pata» que hayan detectado en el audio.
Una tercera posibilidad (no excluyente con las anteriores, de hecho las tres a la vez pueden estar presentes) sería el deseo de la persona de perfeccionar su estilo, el «arte de mandar audios», sobre todo si los envía a menudo, para ser cada vez más eficaz en la comunicación.
Y eso (que se manifiesta en tantas profesiones, desde periodistas a psicólogos pasando por actores) solo se consigue observándonos y escuchándonos para pulir imperfecciones.
Cuando esto se hace el 100% de las veces, ¿puede considerarse un comportamiento obsesivo y, por tanto, un trastorno?
No. No es la cantidad en sí misma la que lo indica, sino la experiencia subjetiva de la persona, que puede no escucharse tantas veces a sí misma pero sí «sufrirse» mucho cada vez que lo hace, igual que una persona puede escucharse siempre, incluso más de una vez, y disfrutarlo, sin obsesiones ni malestar.
Además, hace falta mucho más que una conducta (por ejemplo, escuchar los propios audios) para definir un trastorno en el sentido técnico/oficial del término.
Entonces, si tenemos este comportamiento, ¿no hay nada de lo que preocuparse?
Debería llamarnos la atención si cada vez que nos escuchamos lo pasamos mal, si nos quedamos muy rumiativos con la idea de que nuestra voz suena ridícula, o si desarrollamos manías o tics del tipo «no puedo evitar escucharme», «no puedo evitar escucharme un cierto número de veces bajo pena de sentirme mal», «sentirme muy mal, muy ridículo, lo que sea, por un audio en whatsapp que no tiene ninguna importancia»…
El malestar en el que hay que fijarse es el que viene de no poder evitar, no poder controlar impulsos, quedarnos enganchados a una determinada emoción o pensamiento que nos «tortura»…
Pero creo que los problemas en el uso de whatsapp vienen más por otras vías, no por el hecho de que escuchemos nuestros propios audios una o dos veces y luego sigamos tan tranquilos nuestra vida.
¿Y cuáles pueden ser esos otros «problemas» derivados de un mal uso de whatsapp?
Me refiero, por ejemplo, a esas personas que son muy locuaces, espontáneas y encantadoras por whatsapp pero luego son frías, tímidas o desagradables en el contacto presencial (ahí hay algo en sus habilidades sociales que cojea).
O las personas que sienten ansiedad porque no tienen ninguna notificación en el whatsapp y piensan que todo el mundo se ha olvidado de ellas. O quienes tienen que estar permanentemente comunicándose o supervisando el whatsapp, incluso cuando van caminando por la calle o están en la cinta de correr, porque si no, se sienten desconectadas.
Obviamente esto no son trastornos, cuidado, pero son áreas relativamente problemáticas en el uso de whatsapp que convendría revisar.
Volviendo a la gente que escucha sus propios whatsapps, ¿qué otros comportamientos adivinas que pueden tener? Estoy pensando por ejemplo en pasar mucho tiempo frente al espejo, sufrir baja autoestima… ¿o esto no tiene nada que ver?
Ninguno en concreto. No me atrevería a esbozar un perfil con varias características a partir de la conducta de escuchar los propios audios.
Como dije antes, las personas con una autoestima sana (mejor hablar de sana que de «alta») también escuchan sus audios, igual que hay personas con la autoestima dañada que, por esa misma razón, jamás se «someterían» a lo supuestamente desagradable de escucharse a sí mismas.
Hay personas que lo pasan mal al mirarse en un espejo pero que sin embargo se desenvuelven con fluidez en whatsapp…
Si no lo haces nunca, ¿puede también significar algo? Yo que sé, que no tengas una buena imagen de ti mismo por ejemplo…
Depende. Igual que hay personas que no son conscientes de que eso de escucharse está muy generalizado y piensan que solo lo hacen ellas, también habrá gente que ni se habrá planteado la posibilidad de escucharse porque, de manera instintiva, sienten que el audio es para el otro, no para escucharlo uno.
Y eso, en sí mismo, no significa absolutamente nada. En algunos casos coincidirá que uno no se escucha porque no se gusta, en otros no tendrá nada que ver.