Si un programa de desafíos lanzara la consigna de pronunciar las frases más recordadas del cine seguramente aparecerían “Al infinito y más allá”, de Toy Storie, “Que la Fuerza te acompañe”, de La guerra de las galaxias, “Soy el rey del mundo”, de Titanic, y sin dudar, “Veo gente muerta”, de Sexto sentido. En esta última, con apenas tres palabras -y los lectores que la vieron coincidirán conmigo- un niño lograba transmitir todo el miedo, el terror y el asombro de percibir personas muertas ya que -convengamos- la visibilidad no es precisamente una de las características de los fallecidos.
El muchachito traumatizado y que un poquito nos traumatizó con su “I see dead people” es Haley Joel Osment. Tenía 11 años, aunque en la película interpretaba a un chico de 9, y su actuación fue tan convincente que fue directo y sin escalas a una nominación al Oscar.
Osment no era un recién llegado al mundo de la actuación, sino casi casi que entraba en la categoría experto. Desde la cuna, el cine y el teatro lo rodeaban. Nació en Los Ángeles, donde gran parte de la población trabaja o quiere trabajar en Hollywood, pero además su papá, Michael, era actor.
Haley había cumplido cuatro años cuando su mamá debía realizar unas compras en una cadena de artículos para el hogar y lo llevó con ella. En el lugar un señor observó a ese rubiecito de mirada angelada y, claro, como estamos en Hollywood no resultó un simple vecino charleta sino un cazatalentos que le sugirió a Mrs Osment llevar al niño a una audición para un comercial de una reconocida cadena de pizzas.
Theresa Seifert era maestra pero quizá porque confiaba en los genes de su hijo o porque pensó que era una buena manera de tenerlo entretenido, aceptó llevarlo a la prueba. Y allá fueron.
El día que se presentaron, a Haley le pidieron que describiera qué fue lo más grande que vio. No habló de un hot dog ni de una torre armada con autitos, ni siquiera recordó algún tiranosaurio rex de una enciclopedia. No. Él contó qué grande era la pantalla del cine IMAX, logró el papel y suponemos que un pase gratis para comer pizza por un año.
Después de aparecer en ese comercial, participó en la sitcom Thunder Alley y en la película para televisión Lies of the Heart: The Story of Laurie Kellog. A los seis años, como el 99,9% de los chicos, tuvo su debut en la escuela primaria, pero solo como el 0,1% él, además, tuvo su debut en la gran pantalla. Y nada de andarse con chiquitas.
Lo hizo en Forrest Gump junto a Tom Hanks, que si estuviéramos en el planeta fútbol y no en Hollywood, sería como debutar en el fútbol de primera jugando con Messi, que encima te hace un pase que termina en gol o, en el mundo periodístico, entrar a una redacción y escribir una crónica mientras Gay Talese te cuenta una historia y Rodolfo Walsh te explica cómo investigar.
Volviendo a Haley Joel Osment, el muchachito siguió actuando y disfrutando. Y acá tuvieron un gran mérito sus padres, que le recalcaban: “Podés renunciar si esto deja de ser divertido”, en lugar de lanzarle un “Ni siquiera se te ocurra renunciar que queremos seguir facturando”.
Así Osment realizó algunos papeles en series, y en la película Bogus. Continuaba siendo un chico común, solo que en sus actividades extraescolares en vez de ir a béisbol o francés, él iba a un set.
Así llegamos a 1999 y la convocatoria para Sexto sentido. Antes de la prueba y para no traumatizar a su hijo, Michael le dijo que no era una película de terror sino de comunicación.
Cierto que su personaje se tenía que andar comunicando con los muertos que otra vez -convengamos- no se andan comunicando por WhatsApp, pero bueno, quizás por eso necesitaban la ayuda de un niño intérprete.
El consejo se ve que funcionó porque el director Night Shymalan quedó impactadísimo con su audición. “Era como si nunca hubiera escuchado el diálogo antes”, recordó el cineasta. “Concluyó la escena y él estaba llorando y yo estaba llorando. No lo podía creer. Dije: ‘Oh, Dios mío, ¿quién eres?’”.
Si la prueba fue buena, la película fue mucho mejor. Osment directamente se “roba” la película y eso que debía actuar junto a Bruce Willis y Toni Colette, que volviendo a las comparaciones futboleras, sería como jugar con Messi, Mbappé, gambetearlos y, además, convertirse en la figura del partido.
Con 11 años Osment ya había actuado con Tom Hanks, Bruce Willis, había recibido una nominación al Oscar y colado una frase en la memoria colectiva mundial. Pero aunque parezca increíble, faltaba algo para cantar “¡cartón lleno!”. Steven Spielberg lo convocó para llevarse el papel protagónico en la película A.I. Inteligencia Artificial. Listo, como diríamos en el barrio: “Cerrame la ocho”.
Osment siguió filmando aunque no siempre apareciendo en pantalla. Así fue la voz de Mowgli en El libro de la selva. También incursionó en otros campos como ser la voz de Sora, el protagonista de la saga de videojuegos Kingdom Hearts.
Su último gran rol en la pantalla grande fue en Leones de segunda mano, junto a Robert Duvall y Michael Caine, en 2003. Después, una de las caras más famosas del principio del milenio empezó a alejarse de la fama y de los medios.
Una de sus últimas apariciones no había sido en la sección espectáculos sino en la de policiales. A los 18 años fue detenido por conducir ebrio y bajo los efectos de la marihuana. Esta detención, más su evaporación de películas, series, anuncios y portadas, dio pie a múltiples especulaciones.
Más de uno debe haber pensado que Osment seguía el camino cuasi obligatorio de niño estrella a adulto estrellado, a lo Macaulay Culkin. Alguno especuló que quizás el niño que de pequeño en pantalla daba adorable, de adulto daba común, estilo Mara Wilson, y por eso se le acabaron las oportunidades.
La verdad fue mucho más extraña que cualquier ficción. Con un abono en primera clase en el tren de fama + dinero + buenos proyectos, Osment decidió bajarse, y encima en una estación que no es la preferida de muchos: la del estudio.
Después de terminar la secundaria, entre el 2006 y el 2011 Osment estudió en la Tisch School of the Arts de la Universidad de Nueva York. Lo hizo en un curso tan riguroso como novedoso, convencido de que los caminos más tradicionales no le enseñarían nada que no haya aprendido ya en los sets.
“Una película como Sexto sentido crea una imagen permanente de quién eres en la mente de las personas”, explicó en la prestigiosa The New Yorker. “En medio de todo eso, es difícil saber quién eres, o en quién te estás convirtiendo. La universidad parecía como un manejable siguiente paso, un lugar donde podía desentrañar todo eso”.
Durante su tiempo en la universidad se mantuvo casi completamente desconectado de su anterior carrera profesional y sus beneficios colaterales como el dinero rápido, la fama y la adulación. Solo prestó su voz para la serie de dibujos animados IGPX: Immortal Grand Prix y continuó participando de los juegos de Kingdom Hearts.
La única película que protagonizó en ese intervalo fue Home of the Giants en 2007, junto a Ryan Merriman y Danielle Panabaker. “No hay demasiado en mi currículum vitae de ese tiempo, pero es la mayor inversión que hice en la actuación hasta la fecha. Me dio un radicalmente diferente conjunto de ideas”, dijo el actor, de nuevo al New Yorker. “Estaba trabajando en mi arte, pero no en una manera que era visible al público”.
La universidad le serviría para, como contó, “redescubrirse a sí mismo”, pero sin olvidar su esencia y, sobre todo, sin perder sus contactos. Después de graduarse fue el torpe maestro de educación sexual en la película Sex Ed, el odioso millonario de Entourage y el neonazi Adrien Arcand en Yoga Hosers.
Todos personajes alejados de su otrora imagen de niño bueno para encarnar al de villanos. Es que, como admiten la mayoría de los actores, hacer de malo es mucho más divertido a la hora de la interpretación.
También participó en series como Silicon Valley, The Boys y esa joyita maravillosa -una digresión: por favor lector, si no la vio, deje este artículo vaya a verla y luego seguimos- que es El método Kominsky. En sus últimas apariciones se lo nota algo excedido de peso, pero él se encargó de aclarar que mientras sea un peso saludable, los kilos no le preocupan.
De su vida amorosa no se sabe nada, salvo que los fotógrafos lo pescaron paseando de la mano con alguna joven, pero ni una boda exprés en Las Vegas, ni un noviazgo fulminante y mucho menos un amor de película.
Hoy Osmont es uno de esos bendecidos -o suertudos- que afirma: “Puedo hacer algo que hice desde joven y que continúa siendo mi trabajo y también mi decisión”. Un adulto normal que vive su vida como quiere y no como le indican, que priorizó estudiar a ser famoso. Y eso -estudiar antes que ser famoso- para algunos puede ser más extraño que “ver gente muerta, caminando como gente normal”. INFOBAE
The Sixth Sense es una película estadounidense del género thriller psicológico sobrenatural estadounidense de 1999 escrita y dirigida por el realizador indio M. Night Shyamalan, sobre un guion original propio.
Está protagonizada por Bruce Willis como un psicólogo infantil que intenta descubrir cómo ayudar a un niño a enfrentar la terrible verdad de sus poderes sobrenaturales.
Su estreno provocó un fenómeno de público y de crítica, algo poco visto en ese entonces con respecto a las películas de su género, que mezcla el drama con el suspenso y el terror, además posee uno de los giros argumentales más conocidos e inesperados en la historia del cine.
Su protagonista Haley Joel Osment cobró fama mundial por su interpretación del pequeño Cole, que se ve atormentado por extraños sucesos paranormales. Su papel le proporcionó una nominación al Premio Óscar al mejor actor de reparto. La película obtuvo un total de seis nominaciones, incluida la de mejor película.
El Dr. Malcolm Crowe (Bruce Willis), un psicólogo infantil en Filadelfia (Estados Unidos), regresa a su casa una noche para reunirse con su esposa, Anna Crowe (Olivia Williams), después de haber sido homenajeado por su trabajo. Anna le reprocha a Malcolm que ella ha pasado a segundo plano por su trabajo.
Los dos entonces descubren que no están solos: un joven aparece blandiendo una pistola. Dice que ya no quiere tener miedo y acusa a Malcolm de no haberlo ayudado.
Malcolm lo reconoce como Vincent Grey (Donnie Wahlberg), un ex paciente a quien trataba cuando era un niño, porque sufría alucinaciones. Vincent le dispara a Malcolm en el abdomen, y se suicida de un disparo en la cabeza.
En el siguiente otoño, Malcolm comienza a trabajar con otro paciente, un niño de 9 años llamado Cole Sear (Haley Joel Osment), cuyo caso es similar al de Vincent.
Malcolm se dedica al niño, a pesar de dudar acerca de su capacidad para ayudarlo, después de su fracaso con Vincent Grey. Mientras tanto, siente que se está distanciando de su esposa Anna, e incluso cree que ella podría estar contemplando un romance con un compañero de trabajo que sigue apareciendo en la casa.
Una vez que Malcolm gana la confianza del niño Cole, este finalmente confiesa sus alucinaciones: «En ocasiones veo muertos, caminando como gente normal. Ellos no saben que están muertos».
Le cuenta algunos casos que le han sucedido recientemente: Cole escucha una voz que le pide ayuda para dejarlo fuera de un armario oscuro, y le grita que él no robó «el caballo del maestro» y amenaza con atacar a Cole.
También se le ha aparecido una mujer maltratada por su marido, que se ha cortado las muñecas. Otro «fantasma» es un niño con una gran salida de bala en la parte posterior de su cabeza, que invita a Cole a ver el revólver de su padre.
Malcolm piensa que Cole es delirante y planea dejar su tratamiento. Recordando a Vincent, el psicólogo escucha una cinta de audio que Malcolm había grabado de una sesión de psicoterapia entre él y Vincent (entonces un niño), en 1987.
En la cinta, Malcolm sale un momento de la habitación, con Vincent riendo relajado; pero cuando regresa, Vincent está llorando. Al subir el volumen al máximo, Malcolm alcanza a oír la voz de un hombre llorando y suplicando angustiado, que es lo que aterroriza a Vincent. Malcolm asume entonces que Cole le dice la verdad y que puede tener la capacidad de ver y oír a las personas muertas.
Malcolm le sugiere a Cole que en vez de concentrarse en el terror que le producen los fantasmas, trate de encontrar el propósito de su don de comunicarse con ellos; y tal vez ayudarles con sus asuntos sin terminar en la Tierra. Al principio, Cole no está dispuesto ya que los fantasmas lo aterrorizan, pero finalmente decide probarlo.
Así, Cole habla con uno de los fantasmas, una niña muy enferma ―Kyra Collins (Mischa Barton)― que aparece en su habitación y vomita. Él decide escuchar a la niña y ella le pide que vaya a su casa durante la recepción de su funeral.
Él entonces va hasta allá, en compañía de Malcolm. Kyra había muerto después de una enfermedad prolongada y se escuchan los comentarios de los asistentes al funeral, que cuentan que la hermana menor de Kyra está empezando a enfermar también.
Cole se introduce en el dormitorio de Kyra, y esta se le aparece y le da una caja, con una cinta de video. Cole entrega la caja al padre de Kyra, y al mirar el video ve a la madrastra de Kyra, que aparentemente la había cuidado a lo largo de toda su enfermedad, poniendo líquido limpiador de pisos en la comida de la niña, para envenenarla.
Al aprender a convivir con los fantasmas, Cole empieza a encajar en la escuela y obtiene un papel importante en una obra de teatro, a la que asiste Malcolm.
El médico y el paciente aparecen muy contentos después la representación. Cole le sugiere a Malcolm que trate de hablar con Anna mientras ella está durmiendo.
Luego, camino a casa, Cole confiesa su secreto a su madre, Lynn (Toni Collette). Como su madre en un principio no le cree, para convencerla, Cole le cuenta que ve a su abuela muerta y le dice a Lynn que ella fue a verla actuar en un recital de baile una noche, cuando era una niña, y que Lynn no se dio cuenta porque su madre se había quedado en la parte posterior de la audiencia, donde no podía ser vista.
También le dice que la abuela le contó que después de morir, Lynn le hizo una pregunta cuando estaba sola ante su tumba: «¿Te sientes orgullosa de mí?». Y la respuesta era: «Todos los días». Entonces, Lynn acepta con lágrimas, la verdad de su hijo.
Malcolm regresa a su casa, donde encuentra a su mujer dormida en el sofá con la reproducción de video de la boda de la pareja, que Anna observa con frecuencia.
Mientras ella duerme, le pregunta entre sueños a Malcolm por qué la abandonó. Malcolm siente que él no la dejó nunca, sino que su relación se ha ido enfriando y se han alejado a uno del otro. Entonces de la mano de Anna cae el anillo de bodas de Malcolm, quien sólo entonces descubre que no lo lleva puesto.
Aquí viene la revelación de la película: Malcolm recuerda que Cole le había dicho que de los fantasmas no saben que han muerto, y se da cuenta de que él realmente fue asesinado por Vincent hace un año, y que todo el tiempo que estuvo trabajando con Cole era un fantasma, sin percatarse.
Gracias a los esfuerzos de Cole, Malcolm consigue terminar sus asuntos, rectifica su falta de comprensión y ayuda a Vincent a estar finalmente completo, a través de la ayuda que le proporciona a Cole.
Recordando el consejo de Cole, Malcolm habla a su esposa dormida y cumple la segunda razón por la que permaneció, diciéndole que ella «nunca estuvo en segundo lugar», y que él la ama. Al dejarla vivir su propia vida, él es libre de dejar el mundo de los vivos.