Son pocas las costumbres que se extienden por todo el mundo, una de ellas es coger aire y soplar las velas el día del cumpleaños. Muchas son las historias que explican esta tradición mundial, pero no se sabe cuál es el verdadero origen.
Tal y como ha investigado el blog God Fruits, uno de los orígenes se sitúa en la Alemania del siglo XVIII en el festival llamado ‘Kinderfest’. A los niños se les daba una tarta con dos velas, una de ellas simbolizaba la luz de la vida y la otra los años venideros.
Las velas se mantenían encendidas durante todo el día, si se consumían se cambiaban por otras. Al final del día el niño las soplaba pidiendo un deseo y de este modo el humo podía llegar al cielo.
Otra leyenda también se localiza en Alemania, concretamente en un manuscrito del siglo XVIII. Este origen tiene más semejanzas con la tradición actual puesto que se ponía una vela por cada año cumplido, más una en el centro de la tarta.
No solo se sitúa en este país la tradición, en la época de Alejandro III de Macedonia, los criados alumbraban con velas el salón donde dejaban la comida por el cumpleaños del emperador, ya que no existía la electricidad.
Más atrás en el tiempo, en la Antigua Grecia, se ofrecía a la Diosa Ártemis un pastel redondo, que ilustraba todos los ciclos lunares, en el que se ponían unas velas y las soplaban pidiendo un deseo para que el humo llegase hasta el cielo y la diosa pudiese hacerlo realidad.
Una de las pocas cosas que si es cierta sobre la historia de soplar las velas es que durante varios siglos resultaba una acción pagana para los cristianos, puesto que lo tradicional era celebrar la muerte de los santos y no su nacimiento.
Tras establecer la Navidad como celebración del nacimiento de Jesús, pasó a ser una tradición aceptada en el cristianismo.
No se sabe cuál de todas estas historias es el verdadero origen, pero lo más importante es seguir soplando las velas para ver si se hacen realidad nuestros deseos.